domingo, 29 de abril de 2018

Final de fase 4 Concilio del Orden

Lieredan hinchó el pecho con orgullo, mientras veía avanzar las columnas de Elfos y Enanos hacia el interior del valle. Si su padre pudiese contemprarles, seguro que se sentiría orgulloso de que formase parte de las falanges de lanceros Asur que ejercían de columna vertebral élfica en aquella campaña. Sin embargo, no estaba segura de qué pensaría si supiese que, a tan solo unos metros de distancia, un férreo grupo de ballesteros enanos marchaban junto a ella. Los tiempos cambiaban, pensó, y muchas cosas también lo harían cuando la Guerra de Tor Tal-Harin –como empezaban a llamarla los soldados– llegase a su fin. Sin embargo, ocurriese lo que ocurriese en el futuro, Leredan siempre podría decir con orgullo que ella estuvo allí, luchando contra enemigos de todos los rincones del mundo, y que su escudo siempre había resistido.

Un grupo de mensajeros a caballo pasó al lado de su unidad, como empujados por la brisa marina, hasta el frente de la columna, donde la Almirante Finulein y su alto mando compartían la caminata de sus soldados. Empezaban a correr muchos rumores sobre ella y el resto de comandantes de la alianza, aunque era difícil diferenciar los que eran verdad de las exageraciones o, también, los que eran pura fantasía. Fuese como fuese, cada noble y cada plebeyo que combatía en aquella inhóspita tierra tenía la seguridad de estar participando en algo grande para Ulthuan, una victoria como la que no se veía desde que los ejércitos del Caos se estrellaron contra los muros de Middenheim... aunque bien es cierto que la hueste no estaba comandada por Teclis y que sus enemigos no estaban a la altura del Señor del Fin de los Tiempos, aunque lo cierto es que no había habido conflictos a gran escala desde entonces. En los últimos trece años, a excepción de sucesos como el último intento fracasado Druchii de invadir Ulthuan, el mundo se había visto envuelto en una extraña calma, como si hubiese necesitado recuperarse de aquella tormenta.

Sin embargo, se rumoreaba que las cavernas que había bajo Tor Tal-Harin contenían un secreto ancestral... de la época en la que los dioses caminaban sobre la Tierra y Aenarion era un joven viajero en un mundo donde no existían el mal ni la corrupción del Caos. Si eso era cierto, ¿qué podrían descubrir? Los adeptos que trabajaban intentando acceder a esos secretos hablaban poco, pero lo hacían, y aquí y allá se habían ido filtrando ideas, noticias y temores: los comandantes habían ordenado apostar una batería fortificada de artillería enana y a los mejores guerreros de los que podían prescindir en la campaña, pues se habían escuchado extraños ruidos al otro lado de la puerta. Si allí dentro había algo hostil iban a estar preparados, aunque debía reconocer que sentía cierto alivio de no haber sido destinada a la guarnición subterránea.

Los cuernos y trompetas sonaron y las huestes respondieron de forma ordenada, llegados a ese punto los diferentes ejércitos se movilizaban en direcciones distintas para encarar a un enemigo que se encontraba disperso por el territorio y desorganizado. Lieredan volvió a sonreír, confiada en lo que le depararía el futuro; el sol brillaba sobre el firmamento, los estandartes ondeaban al viento y la alianza entre Enanos y Altos elfos marchaba a la batalla.

Autor: Ximo Soler


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