lunes, 26 de marzo de 2018

Ronda 3.4 Úlfgar el carnicero (Enanos) y el Príncipe Lindir de Caledor (Altos elfos) VS Los Machotez de Grimgor (Orcos) y Los Brutos de Gorgo (Ogros)

Rarn-Hor sonreía, pletórico de emoción guerrera, mientras contemplaba caer al gigante en toda su estatura; el enorme monstruo traído hasta allí por los orcos deshacía las filas de estoicos enanos, hasta que el contingente de Príncipes Dragón consiguió abatirlo. Los gritos de batalla de Caledor se unieron al caos de aquella emboscada que, contra todo pronóstico, elfos y enanos estaban consiguiendo girar en su favor; allí donde pusiese la mirada, la infantería enana se mantenían férreas y la caballería élfica aplastaba enemigos. El capitán habló brevemente con su comandante y ordenó a Rarn-Hor que organizase las filas para continuar el combate, algo que en una unidad de disciplinados príncipes de Ulthuan no era tarea difícil. Agarró su cuerno de guerra, ricamente labrado en plata y oro, y lanzó al cielo una poderosa nota con toda la fuerza de sus pulmones. Tras él y a su lado, los jinetes se reorganizaron y siguieron a su líder en busca de nuevos enemigos. Sin embargo, Lindir alzó la mano a los pocos segundos y provocó que la columna frenase en seco. Frente a ellos, semi-enterrado en cadáveres de piel verde, un matador con enorme cresta anaranjada parecía agarrarse a la vida con sus últimas fuerzas. En pocos minutos, dos elfos lo habían sacado de donde estaba e intentaban volverlo en sí con un poco de agua; la batalla seguía desarrollándose, pero parecía que allí se había detenido el tiempo. 

–Úlfgar –dijo Lindir con cierta sorna–, jamás pensé que te echarías a descansar en mitad de una batalla. No es propio de ti. 

El musculoso enano se zafó de los dos caballeros y escupió un esputo de sangre, tenía la cara destrozada por un golpe y muchos dientes rotos, pero nada de eso le había arrancado la ira de los ojos. Farfulló algo, pero nadie lo consiguió entender. 

–Lo siento, pero no te he escuchado bien... –dijo Lindir– supongo que has querido decir que seguirías luchando pero que tus heridas te lo impiden, y que te sientes muy agradecido porque te acabo de salvar la vida. 

Úlfgar farfulló algo que, sin duda, no se parecía en nada a un agradecimiento. Intentó alzarse pero su cuerpo le devolvió a la cruda realidad, desplomándose en el suelo. Aquella campaña estaba cambiado la percepción del príncipe respecto a aquellos guerreros barbudos, había hecho mal en menospreciarlos; además, él había sido educado para respetar aquel tipo de valentía en el campo de batalla. 

–Que diez guerreros lo pongan a salvo, si le ocurre algo responderán directamente ante mí. Ahora vamos a ayudar a nuestros aliados, hay que reconocerles la habilidad guerrera y la tozudez de la que hablaba mi abuelo. Yo crecí escuchando aquellas historia de la Guerra de la Barba, no deja de ser gracioso que hoy estemos luchando codo a codo con ellos. 

Y sin añadir más, picó espuelas y cabalgó a la batalla seguido de su escolta de Príncipes Dragón, preparado a llevar la ira de Ulthuan contra aquellos que habían osado atacarles. Rar-Horn volvió a hacer sonar su cuerno en entonación de marcha pensando en las palabras del comandante, aquella guerra iba a marcar un antes y un después; tal vez demostraría que ninguna fuerza podía oponerse a las hachas enanas y las lanzas élficas si combatían unidas. ¿Quién sabía qué podría salir de allí? Con este pensamiento se dejó conducir por su corcel hacia el combate. ¡Caledor marchaba a la batalla!

Autor: Ximo Soler

Despliegue de los ejércitos

Los enanos están rodeados

Los orcos lanzaron todos los insultos que pudieron a los estoicos enanos



Los ogros intentaron rodear a la caballería élfica, que en seguida rompió la línea ogra


Las botellas rotas, las piedras y las espadas oxidadas que lanzaron los Gnoblars a Úlfgar no hicieron más que irritar al matador.

Bob el Hermoso hizo una inspirada demostración de bailes regionales típicos de Estalia sobre los Rompehierros enanos con la que se ganó la ovación del público. 

Úlfgar vio todos esos orcos juntos y no pudo contenerse de ir a ver de qué color tenían la sangre




La gloriosa y valerosa carga del Príncipe Lindir a la carroña Gnoblar.


Épico enfrentamiento entre dos enormes bestias



La carga de los elfos destroza la línea ogra y acaba con el baile del gigante, los Comehombres se preparan para ser acribillados y los ocoz zalvajez huyen despavoridos del lugar. Sólo Grimgor permanece, rodeado de enemigos. 


viernes, 16 de marzo de 2018

Ronda 3.3 Grungtham el sabio (Enanos) VS Incursores de Isgaard Mantonocturno

-¡Traed un escriba! Y un médico! ¡Deprisa! -Rugió el enano.

Dos enanos jóvenes entraron corriendo en el pequeño puesto de observación enano, en busca de ayuda.

-Dime hermano ¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde está nuestro señor Grungtham el sabio?

-Nos emboscaron, señor. Al anochecer, a pocos kilómetros de aquí, llevo toda la noche andando. ¡Arrgh!- gimió de dolor el enano.

-Ven, túmbate aquí, no hagas esfuerzos, bien, cuéntame ¿Qué ha pasado?

-Habíamos acampado en un claro en el valle de Glarvarr, marchábamos en dirección a este puesto de observación y habíamos decidido descansar para llegar aquí a la mañana de hoy. Mi señor Grungtham había ordenado montar las defensas porque sabíamos que había enemigos cerca. Habíamos abierto el segundo barril de Bugman cuando ¡Arrrgh!- El enano se encogió, con la cara descompuesta de dolor, sudando como si estuviera haciendo un gran esfuerzo.- Perdón señor, no... sé que me pasa.

-Sigue hermano, no pasa nada, cuéntame más.

-Si... Habíamos abierto el segundo barril de Bugman cuando escuchamos los primeros gritos. La potente voz de Grungtham nos hizo formar en seguida formando un círculo al rededor del campamento. Puedo decir orgulloso que nunca habíamos desplegado tan rápido como anoche. Vi varios enanos muertos por flechas negras pero no vi ningún enemigo hasta que aparecieron... elfos. De negras armaduras y espadas retorcidas. No son como nuestros aliados, desde luego, nunca había visto nada como eso.

-¿Elfos oscuros?

-Supongo que sí. Se acercaron corriendo con las espadas en lo alto y las lanzas apuntando hacia nosotros. Por detrás también oí gritos, supongo que estábamos rodeados. Los guerreros del clan mantuvimos la compostura, como se esperaba de nosotros pero... pero... ¡Fue una carnicería!- Del rostro del enano caían grandes lágrimas que se perdían en la espesa barba- Los elfos del demonio atravesaron a mis hermanos como si fueran mantequilla. De entre ellos saltó una elfa... Llevaba dos espadas y era como un torbellino. Mató a nuestro capitán casi con solo mirarlo, lanzó por los aires a nuestro Señor Melchor el Implacable. Yo estaba situado en un extremo de mi regimiento, desde la distancia, pude ver a Grughtam el sabio luchando contra un elfo con una extraña capa estrellada. Los señores Barbaslargas vitorearon el nombre de Grungtham cuando de un poderoso martillazo derribó al elfo al suelo. No vi más, pues en ese momento, una bota se estrelló contra mi cara.

Cuando abrí los ojos tenía a la asesina sobre mí. La runa que brillaba en su frente me dolía en los ojos, de un color rojo sangre... Recuerdo que pensé que parecía fluir, como si estuviera escrita con sangre viva, como la que corre por nuestras venas... Me dijo, me dijo que no me iba a matar... Que quería que viviera y que contara esta historia, me dijo que sabía que había un puesto aquí. Conocen este lugar. Que iban a venir, pero que no iban a decirme cuando. Yo estaba paralizado de terror, entumecido entre el barro. Sacó un cuchillo y me hizo este pequeño cortecito.- Señaló su mano, el corte era pequeño, ni siquiera sangraba, pero la herida estaba empezando a oscurecerse.- Eché a correr hasta llegar aquí. Conozco esta torre, serví muchos años en mi juventud. No hay defensas suficientes mi señor, hay que enviar un mensaje, no sé que ha sido de nuestro señor Grungtham, cuando desperté hacía horas que había acabado la batalla, solo vi cadáveres...

-Calla hermano, has tenido suficiente. Intenta descansar.- El enano médico llegó a la carrera, se inclinó sobre el enano, que farfullaba en voz baja.

-¡Escriba!- Llamó al enano que acababa de entrar junto al médico.

-¿Si Señor?

-Envíe inmediatamente un mensaje a todas las torres y a Barak-Varr, estamos en peligro y necesitamos ayuda. 





domingo, 4 de marzo de 2018

Ronda 3.2. Corsarios de Finulein (Altos elfos) VS Mercenarios de Samuel Sime (Mercenarios)


La batalla había terminado tan rápido como había dado comienzo y los Altos Elfos dominaban el campo de batalla. El ataque había sido fulminante, como el golpe de un martillo sobre un yunque, dejando tras de sí multitud de muertos, heridos y prisioneros. A lo lejos, el pegaso del escurridizo líder mercenario volaba en busca de cielos menos hostiles; pero Finulein Sin Tierra estaba segura de que algún día la suerte de aquel humano terminaría por agotarse. Durante un segundo se preguntó cuántas derrotas más podrían soportar aquellos perros de la guerra antes de buscar un nuevo líder o, incluso, un nuevo cliente que les garantizase más días de supervivencia. Y sin embargo, habían aguantado la posición como si luchasen por una causa, lo cual no dejaba de sorprenderla. Entendía las razones del resto de enemigos, pero no el motivo por la que aquellos mercenarios consentían en continuar su papel de carne de cañón. Estaba claro que aquella posición no les ofrecía ventaja táctica alguna y, sin embargo, la habían defendido pese a las últimas consecuencias, llegando a causar muchas bajas entre la caballería élfica y los exploradores. 

Caminó hasta el pequeño campamento que se estaba formando para atender a los heridos, saludando a soldados y dando órdenes por el camino. A un lado del campo, cientos de hombres esperaban –maniatados y vigilados– a que ella decidiera su suerte... Al recordar el crudo combate que se había producido contra la infantería de élite y en los Asur que habían caído durante la refriega, estuvo a punto de ordenar a los Maestros de la Espada que ejecutasen a aquellos seres insignificantes. Sin embargo, si en algo había insistido su padre era en que aprendiese a valorar el potencial de los humanos y que sintiese compasión por sus cortas y ásperas vidas. Tal vez tenía razón... Aquel era el día de suerte de aquellos perros de la guerra, ya que la campaña había terminado para ellos pero iban a conservar la vida. Los enviaría a Tor Tal-Harin junto a los heridos de los Altos Elfos e irían a parar directamente a las mazmorras, después ya vería qué decidía hacer con ellos; sin embargo, aquel día ya se había derramado demasiada sangre. La guerra continuaría al día siguiente, pero era posible que fuese momento de mostrar algo de compasión por quiénes no eran más que herramientas de los verdaderos enemigos. 

Autor: Ximo Soler








Ronda 3.1. Astrohz el Implacable (Altos elfos) VS Ernuzhk Espadahumante (Enanos del Caos)

Las peores pesadillas de Fendar, capitán de los Yelmos Plateados a las órdenes del Príncipe Astrohz, se estaban haciendo realidad. Volvía a ocurrir de nuevo. La batalla se precipitaba hasta su final y, una vez más, él era incapaz de encontrar el lugar óptimo por el que lanzar a sus guerreros para decantar el combate. El corazón le latía desbocado, pero no por el miedo a la muerte, sino por el terror de volver a levantar las iras de su general. Sus dudas habían provocado la muerte de hermanos y hermanas una vez, y se había prometido que no volvería a ocurrir. Entonces, como si Asuryan le hubiese escuchado, vio a una escurridiza banda de Hobgoblins acercarse peligrosamente a ellos. Apretó los dientes y picó espuelas, ni siquiera lanzó un orden de carga, tan solo señaló con su espada y cabalgó; detrás de él, en seguida, pudo escuchar el trueno provocado por cientos de caballeros élficos precipitándose contra el enemigo. 

La facilidad con la que los Yelmos Plateados atravesaron las líneas enemigas fue insultante, los caballos pasaban por encima de las despreciables criaturas, aplastándolas con sus cascos. Las lanzas rompían y atravesaban, los pieles verdes chillaban de terror y, por fin, se batieron en retirada. Fendar levantó la espada y su caballo se alzó sobre sus patas traseras, convirtiéndose en la viva imagen de un dios élfico de la destrucción, a ojos de sus enemigos. Justo en ese momento, cuando sus jinetes celebraban la victoria, una increíble explosión mágica iluminó el campo de batalla desde las líneas de los Asur. Por todos lados comenzó a llover roca fundida y carne de elfo. El joven capitán reordenó las filas de su caballería y se preparó para proseguir el combate, pese a que el temor le atenazaba el estómago. ¿Quién había provocado aquella explosión? ¿Se encontraba bien el Príncipe Astrohz? Los Yelmos Plateados avanzaron mientras las líneas enemigas se resistían a ceder ante las lanzas y las hachas élficas. La victoria estaba al alcance de la mano y él no volvería a dudar nunca más, así que miró a sus oficiales y señaló hacia el enemigo. Sus hermanos y hermanas les necesitaban, y la nobleza de Ulthuan respondería a la llamada. 

Autor: Ximo Soler