lunes, 22 de enero de 2018

Liguilla Reforged: Cazadores de Úlfar el Carnicero (Enanos)

"–Alguien sube el sendero de las montañas –dijo Cráneo–, vienen a verte.

Úlfgar el Carnicero escupió el hueso que estaba masticando y se levantó para ver por encima del parapeto de rocas que les protegía del viento, a él y a sus matadores. Por el camino del valle llegaba una pequeña comitiva de enanos, nadie subía hasta allí si no era para hablar con él, algo que solo sucedía cuando las minas de la región necesitaban de sus cazadores de monstruos para hacer frente a alguna amenaza. Sin duda debían estar muy desesperados y seguro que tenía algo que ver con los elfos que habían llegado a las ruinas de Tor Tal-Harin, pero si esperaban que bajase de sus queridos peñascos para cortar orejas puntiagudas estaban muy equivocados; aquella partida de caza solo se enfrentaba a enemigos que les ofreciesen una pelea de verdad. A su lado, Cráneo –la calavera de un minotauro con la que hablaba de vez en cuando– se mantenía espectante ante las posibles noticias que pudiesen traer aquellos emisarios.

El jóven Waldruf intentó que no se le notase el cansancio al llegar a la pequeña meseta montañosa en la que acampaban los famosos cazadores de monstruos de Úlfgar, pero cargar hasta allí con la insignia de Barak Varr había sido más duro de lo esperado. Los matadores les recibieron con hospitalidad, ofreciéndoles comida y bebida, y le indicaron que su líder le aguardaba. Tragó saliva y esperó estar a la altura de las circunstancias. Había crecido con las historias que su padre le contaba sobre Úlfgar el Carnicero, de cómo luchó junto a él incluso antes de que tiñese su pelo de naranja. Luego estaban las otras historias... las que se comentaban casi con pudor en las galerías subterráneas, que hablaban de una crueldad sin límites y de que había perdido la cabeza; pero, héroe o loco, la realidad era que no podía bajar de aquellas alturas con las manos vacías.

–Saludos, Úlfgar, mi nombre es Waldruf Grundadraff, hijo de Byrrnoth Grundadraff...

–Si, si, ya sé quién eres, muchacho –le interrumpió Úlfgar, moviendo la mano como si quisiese apartar unas formalidades insignificantes y molestas–. Ahora dime, ¿qué problemas tiene tu padre?

–Mi señor, los peligros que nos amenazan no han puesto en alerta tan solo a Barak Varr, sino a todas las minas de la región. Se ha forjado una alianza contra los enanos de estas tierras y necesitamos tu valor y el de tus guerreros.

–¿Desde cuándo necesitáis tanta ayuda para expulsar a un puñado de Altos Elfos?

–Me temo que, en esta ocasión, los Asur no son nuestros enemigos –a continuación, el joven guerrero relató al Matador la alianza con los Altos Elfos y la coalición de enemigos que se estaba formando contra Barakk Varr y Tor Tal-Harin. Cuando terminó, observó cómo se fruncián las espesas cejas naranja y, ante su estupor, escuchó una pregunta que no estaba dirigida a él, sino a un craneo de minotauro al que, hasta ese momento, había ignorado por completo.

–¿Tú que dices, Cráneo? Si, si, lo sé, pero sigue sin gustarme. No, aquello no fue lo mismo... por aquel entonces yo estaba muy ocupado. Ya. No, no, la juventud es un estado mental, sigo tan fuerte como siempre. Te atreves a decir eso porque sabes que no puedo matarte otra vez. Bien, vale, cállate.

Úlfgar respiró hondo, se levantó y miró a Waldruf.
–Muy bien, jóven, os ayudaré. Aún le debo un par de favores a tu padre. Además, me vendrá bien estirar un poco las piernas.

–Muchas gracias, será un...

–¿Cuántos enanos me has traído?

–¿Cómo? Señor las minas me han designado a mi como... –Úlfgar se giró y miró fijamente a Waldruf. No de forma amenazadora, no para advertirle nada, pero había algo en aquellos ojos... un fuego, una rabia contenida contra el mundo, que era mejor tener en cuenta–. Si... Cada una de las minas implicadas en el acuerdo han enviado un grupo de élite, así que se trata de...

–Tranquilo, me da igual, no tienen nada que hacer contra mis matadores. Por cierto, una cosa más, no puedo estar pendiente de ti y tampoco quiero devolverle a tu padre un cadáver, así que no te separes de Cráneo. Él te protegerá".



Autor: Ximo Soler

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