viernes, 9 de febrero de 2018

Ronda 2. 1 Ejército de Grungtham el Sabio (Enanos) VS Mercenarios de Samuel Sime

El olor a pólvora lo impregnaba todo. El tronar de la artillería hacía retumbar el suelo a un lado y otro del campo de batalla. Grungthan miró a sus Barbarlargas, enanos a los que conocía de toda la vida: había luchado con ellos, había bebido con ellos y sabía que morirían antes que batirse en retirada. Confiaría su vida a cada uno de ellos y, de hecho, en los siguientes minutos tendría que hacerlo. Porque cuando pensaba que el combate se reduciría a contemplar cómo los cañones despedazaban al enemigo a lo lejos, vio aparecer por el flanco derecho a un grupo de Ogros –acompañados de un imponente Pegaso de guerra– que habían conseguido flanquear su formación de combate. Intentó hacerse oír por encima del constante cañoneo y, un momento después, el cuerno de guerra de su escolta iniciaba una ordenada maniobra para encarar a los atacantes. Los mercenarios cargaron con sus armas en alto, dispuestos a triturar las primeras filas, mientras el comandante humano se dirigía como una flecha directamente hacia Grungthan. Los Barbaslargas iniciaron un cántico de combate que hablaba de antiguas gestas y agravios resarcidos, eclipsando al griterío enemigo. Un instante antes de que el choque se produjese, la primera fila de enanos se abrió y dejó huecos justo donde caían las grandes espadas ogras. Aquí y allí alguna hoja de acero afortunada cayó sobre carne, pero el sonido no fue nada comparado con los aullidos que produjeron las hachas de Barak Varr al contra-atacar. De un solo golpe, frío y brutal, la mayoría de los Ogros fueron ejecutados. Al mismo tiempo, Grungthan hendía el escudo del líder mercenario al tiempo que este clavaba su lanza entre las placas protectoras del Señor de las Runas. Tras el intercambio de golpes, el Pegaso se encabritó y salió volando del combate. Los Barbaslargas lanzaron gritos de victoria, los cañones órgano siguieron escupiendo muerte y los mercenarios de Samuel Sime huyeron huyeron para luchar otro día.

Autor: Ximo Soler








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